Jubrique

ORIGEN DEL NOMBRE
Probablemente se encuentra en la palabra Iuber, que significa “lugar de abundancia” o quizá en el término Iubar, que quiere decir “lugar de resplandor”.
En el siglo XVIII aparece como Jubrique la Nueva de lo que se deducen dos posibilidades: la existencia de un enclave anterior con el nombre de Jubrique; o que la nueva población resultase de la unión de los despoblados de Benameda, Rotilla y Monarda.

HISTORIA BREVE
Tras la Reconquista este lugar fue vendido al Duque de Arcos.
En 1491 perteneció al Señorío de Casares.
En 1492 aparecen referencias al actual despoblado de Monarda con una población de185 habitantes.
En 1500 ocurrió una revuelta morisca y frecuentes invasiones de berbericos que practicaban saqueos y secuestros.
Una segunda revuelta morisca, en 1570, fue sofocada por Pedro Bérmudez y Antonio de Luna según datos de Hurtado de Mendoza.
El 21 de octubre de 1570, según consta en el Archivo Histórico Nacional, se envía una carta del Duque de Arcos a Felipe II sobre los preparativos para sacar a los moriscos reducidos y poner presidios. El 28 de octubre de 1570 se fecha otra carta del Duque de Arcos a Felipe II sobre los preparativos para sacar a los moriscos y realizar una nueva entrada sobre los rebelados. Para ello, se sacaron de Ronda cuatro mil quinientos infantes y ciento diez caballos y además “...el Rey envió a Pedro Bermúdez para que con quinientos infantes de Jubrique, pueblo de importancia y lugar a propósito, estuviese haciendo espaldas a los que habían de sacar a los moriscos...”. También cuenta la crónica de como “... Pedro Bermúdez, usado en la guerra, dejando alguna gente en la iglesia de Jubrique a la guarda de mujeres, niños y viejos, que allí tenía recogidos, escogió fuera del lugar sitio fuerte donde se recogiese: entraron los moros en el lugar, y combatiendo la iglesia sacaron los que en ella estaban encerrados, quemándola con los soldados sin que pudieran ser socorridos...”
El 6 de febrero de 1572 se realiza la toma de posesión de los bienes de los moriscos de Benameda realizada por el doctor Peñalosa ante el escribano Diego Salcedo.
El 10 de mayo de 1572 el alcaide de Casares, Juan de Luzón, en nombre del Duque de Arcos solicita la repoblación de los lugares de la jurisdicción de Casares (Archivo Real Cancillería de Granada) Benestepar, Xubrique y Xenalguacil.
En el censo Real de 1594 se puede leer que: “Xubrique se encuentra bajando de Sierra Bermeja, en lo último del Algarbe de Ronda, posee dos anejos sobre el río Genal y tiene 2.898 habitantes.
A lo largo del S. XVI se produjo el despoblamiento de Rotilla, Benameda y Monarda.
En el S. XVII se fecha un texto sobre la historia de los montes de Handaguistán sobre el traspaso de propiedades.
En 1787 la información sobre Jubrique queda recogida en el censo de Floridablanca.
En 1820 se produce la creación de los partidos judiciales: Jubrique pertenece a Estepona.
En 1833 con la creación de la provincia de Málaga, Jubrique queda integrado en ella hasta la actualidad.
En 1846, Pascual Madoz recoge en su diccionario una serie de datos: figura con 2698 habitantes y las relaciones y el comercio con Gibraltar se intensifican. Este es el momento en que también cobran auge el contrabando y el bandolerismo.

LEYENDAS

El cura sin cabeza
Cuenta una leyenda popular que en la Ermita del Chorrillo se encuentran los restos sepultados bajo los cimientos de un cura. A éste se le conoce como el cura sin cabeza porque al parecer solo el cuerpo estaba de puertas adentro del recinto mientras que la cabeza quedaba de puertas para afuera.
Esta historia ha sido transmitida de generación en generación de forma verbal y no sería extraño que la versión actual diste bastante de la original, aunque por ello no deja de ser curiosa.


La gallina y los pollitos
Dice la tradición popular de Jubrique que en el camino antiguo de Ronda a las afueras del pueblo aparecían y desaparecían, de forma misteriosa, una gallina seguida por sus pollitos. Al parecer, por más que se la buscó en los alrededores nunca fue encontrada.
Este hecho fue utilizado durante mucho tiempo por los padres y tutores de niños pequeños para infundirles miedo y tal vez, de paso, evitar que se alejaran del pueblo sin la compañía de un adulto.